Parafraseando a Popper, todos ustedes queridos lectores, son filósofos desde su nacimiento, porque se han preguntado siempre desde su niñez ¿por qué vuelan los pájaros?, ¿quién creó a Dios? etc. Y efectivamente los filósofos somos todos, quienes nos hemos cuestionado sobre la propia existencia, el origen del ser y el devenir social. Como seres racionales es nuestra responsabilidad encontrar y exponer puntos de vista que nos atañen y nos preocupan como sociedad, en este caso es la dignidad humana.
Con la aparición de la sociedad se fue formando el hombre, cuya realidad no solamente es biológica, sino cultural. El ser humano se hizo e iba interpretando todo lo que le acontecía en su propia existencia, desde una explosión volcánica, hasta los movimientos de los astros, y todo era con base en la observación, aunque estaba prohibido contradecir las doctrinas escolásticas de los siglos XIII DC.
Es en esta etapa de la edad media donde se decía que la tierra era el centro del universo, al igual que el hombre en su estado geocéntrico imagen de Dios, y por lo tanto con dignidad, curiosamente la inquisición buscaba a todas aquellas personas que tuvieran un pensamiento distinto de lo cotidiano, lo cual causaba conmoción; justificar los hechos naturales a Dios, era no buscarle más meollo al asunto. Cada uno de los hombres de la edad media implementó su hermenéutica, su forma de interpretar los sucesos de una sociedad feudal, en donde el ser humano era visto como carcelero de su propia alma; esta teoría mi querido lector es Platónica, ya que siglos atrás se había hecho mención que el culpable de nuestras desdichas es nuestro cuerpo, y como había comentado Santo Tomas de Aquino: el amor es un apetito y, por lo tanto, un pecado.
La flagelación era muy severa, el castigo era de exhibición, cualquier alumno en los años medievales era castigado fuertemente, dañando su ser. Bien ha dicho Michel Foucault en su controvertido libro “Vigilar y castigar”, que el hombre se expone a ser visto y a ser juzgado por otros, sin conocerlo, “una genealogía de la muerte del hombre”. El éxito de la dignidad humana es ver al otro como persona, respetarlo, y si se puede, amarlo; esta cualidad nos lleva a la identificación del Génesis, entre hombre y Dios.
El ser humano tiene la capacidad de darse cuenta de que existe, de que va a morir, “el ser ahí” del que hacía mención Martín Heidegger, es el ahora. La dignidad es una propiedad íntima de nosotros mismos, que compartimos con los demás, es parte de la aventura por la vida, donde lo más sorprendente es que alguien te puede amar, querer como eres, como ese ser dialéctico en continua contradicción de sí mismo.
La edad media ha terminado; se huele un pasado renacentista a mediados del siglo XV, en donde surgen descubrimientos de otras tierras, de otras visiones, y sobre todo, de escritores que irán puliendo lo que será el futuro de la humanidad, en su quehacer y en la reinvención de sí mismo. Es en este momento donde surge el humanismo, plumas gordas que escriben y dejan huella en el tiempo, personalidades que han hablado del hombre y la sociedad; entre nuestros amigos tenemos a Erasmo de Rotterdam, en cuya grandiosa obra “Elogio a la locura”, critica el sistema político y eclesiástico de su tiempo, donde se corrompe al hombre a través de falsas doctrinas espirituales. Este libro metafórico confunde al lector no culto y más si es escrito en latín, por ello este hombre ha dejado su huella en el tiempo, es lo que debemos hacer nosotros mismos, cuestionar más allá de lo evidente, “salir de la caverna”, como decía platón, y atrevernos a ser diferentes.
La reforma religiosa se inició con Lutero, quien proponía una docilidad en el sistema dogmático del cristianismo, es decir, reducir todos los sacramentos a dos y hacer del hombre un modelo político del estado, en donde su dignidad como persona fuera fructífera en el momento que se fusionara con la autoridad teórica del estado, claro está que el Concilio de Trento de 1545 condena este hecho, pero ¿qué le queda al hombre, estar solo o vivir en sociedad?, realmente nos encontramos en conflictos muy fuertes con nuestros ideales y la necesidad de ser aceptados y pertenecer al grupo.
Dejando atrás el pasado, que tenemos tan presente, en nuestro siglo XXI donde la tecnología nos sorprende y queremos poseer los objetos más modernos que vende el mercado y donde la diversión se basa en fines de semana y el espectáculo se hace más cotidiano, ¡qué grandes cambios hemos tenido en este siglo! en donde todo se permite, es este relativismo que le está causando mucho daño al hombre, lo está prostituyendo simbólica y literalmente, lo esta llevando al borde de la locura, porque el hombre pasó a ser objeto de deseo, de tabú; me expreso de esta manera porque el hedonismo se está viendo como fin último, y por ello es necesario hacer conciencia de la condición humana, con el fin de evitar ir hacia un final, en el cual Sartre llamaba a la libertad nuestra condena; sin embargo yo no lo veo así, nuestra condición de hombres racionales, nos da la oportunidad de vivir en cada momento con dignidad lo cual no significa poseer muchas cosas, porque el valor de la dignidad es íntimo y se abre a los demás; cada uno de nosotros buscamos un bien, queremos sentirnos amados, apreciados, reconocidos, claro está que nuestra libertad no puede decidir lo que nos pasa, es decir, el día que nacemos o el tipo de familia, pero se puede vivir en armonía, en una mutua comprensión de amor.
En nuestro México del siglo XXI se da un rezago muy fuerte en la educación, si al pueblo lo tienes ignorante lo vas a poder controlar, es lo que hizo el modelo fascista de ciertos partido políticos; es claro que si una persona no se cultiva, su lenguaje será el límite de su mundo, por ello la dignidad no compete nada más a uno mismo, hay que compartir el conocimiento, la educación del hombre se debe reinventar; no estudiamos para ganar más dinero, estudiamos para comprender la propia existencia y realizar buenas obras por el bien del prójimo, es en estos acontecimientos en donde la metamorfosis de la dignidad se va haciendo un bienestar en uno mismo, poder ayudar a los demás, es sinónimo de vida. La era del vacío se da muy fuerte en esta sociedad contemporánea, porque la materia del no ser, está causando penalidades a todas las costumbres del hombre; para reír hacen falta cosas sencillas, para la felicidad un momento con las persona que amas. El cuestionamiento de nuestro ser nos dará certeza, por eso la dignidad humana la sentimos, no somos objetos, sino personas capaces de trasformar nuestra realidad y tan capaces de pensar mas allá de la propia muerte. Si no cultivamos nuestro jardín, no podremos cuestionarnos; hablar del hombre es hablar del cosmos y del gran devenir histórico que nos trasforma a nosotros mismos y a la sociedad, ya no somos extranjeros, somos entes racionales, que colectivamente han proyectado un mundo y donde los propios dioses viven ahí.